Niños genio, ¿máquinas perfectas?

Por: Manuela E. Aguirre

Suele ser difícil separar la ficción de la realidad cuando las personas se han convertido en mitos y de ellos solo restan las historias, las anécdotas y los recuerdos de quienes los conocieron en vida. Este mes, que es el mes de los niños, hemos decidido poner sobre la mesa el fenómeno de los pequeños prodigios. Haremos la comparación de los paralelos en la vida de dos personas que, si bien pertenecen a mundos que parecerían opuestos, comparten una serie de similitudes, tanto en su vida personal como en la profesional: Wolfgang Amadeus Mozart y Michael Jackson. Infancias problemáticas, padres empresarios y popularidades desmesuradas… ¿De qué maneras afectó esto a los dos músicos a lo largo de su vida?

Todos conocen alguna versión, extensa o resumida, de la vida de estas dos personalidades. Niños prodigio que desde pequeños fueron expuestos a la atención masiva y que crecieron para ser solitarios hombres ampliamente reconocidos en su ámbito. Tanto Wolfgang Amadeus Mozart como Michael Jackson tuvieron relaciones tumultuosas con sus familias, en especial con sus figuras paternales, quienes procuraron una formación doctrinaria desde pequeños para asumir el rol de Wunderkind (Al. literalmente, niño maravilla). De esta fascinación con los niños genio se pueden rastrear casos documentados tan antiguos como el caso de Blaise Pascal (1623-1662), pero el furor de criar y tener un niño prodigio en el núcleo familiar se popularizó gracias al caso de Mozart (1756-1791) Beethoven (1770-1827) y Liszt (1811-1849). Este fenómeno, que ha suscitado una infinita discusión sobre naturaleza versus crianza, continúa revelándose en grandes personalidades de la música como Martha Argerich y Daniel Baremboim.

La mayoría del tiempo, estos casos tienden a despertar sentimientos de admiración y asombro. La visión de un pequeño que apenas está comenzando su vida, pero es capaz de interpretar un instrumento, bailar o cantar como una persona adulta, es algo que tiende a tomar por sorpresa y que llama la atención de los medios instantáneamente. Por un lado, sabemos que Michael Jackson comenzó su carrera a los seis años, cuando se unió con sus hermanos para formar los Jackson 5, impulsados por su padre. El grupo grabó su primer sencillo en 1968 para Steeltown Records, cuando Michael tenía 10 años, y luego, en 1979, Michael Jackson lanzó su carrera en solitario con su primer álbum: Off The Wall.

En ese momento tenía apenas 21 años. A lo largo de su prolífica carrera, Jackson logró amasar una cantidad tan espectacular de premios y nominaciones que se le otorgó el Record Guiness como el artista más exitoso de todos los tiempos. Entre estos premios se encuentran: dos estrellas en el paseo de la Fama de Hollywood, el premio World Music Awards y el premio Bambi al artista pop más exitoso del milenio, el premio AMA al artista de la década, trece premios Grammy, trece sencillos en el Billboard hot 100, y dos inclusiones en el Rock and Roll Hall of Fame. 

La vida de Mozart, a pesar de haber ocurrido 200 años antes, tiene ciertos paralelos con la del autor de Thriller. Mozart también comenzó su carrera a los cinco años, demostrando una capacidad prodigiosa al dominar el piano y el violín. Motivado por Leopold, su padre, inició una suerte de gira al lado de su hermana Nannerl a través de todo Europa, tocando incansablemente durante tres años al frente de la realeza y la aristocracia europea, quienes se citaban para asistir a la maravilla que era verlos en escena. En este momento, Mozart tenía apenas siete años. Diez años después fue contratado por la corte de Salzburgo en donde trabajó, primero como Konzertmeister y luego como organista y primer violín de la corte. No obstante, fue en Viena, a los veinticinco, donde encontró la fama que lo acompañaría por el resto de su vida, al igual que las deudas y las dificultades económicas. La popularidad y el mito que logró cultivar sobre su nombre es tal, que hoy en día se sigue estudiando e interpretando su música como uno de los componentes fundamentales del canon occidental. Su prolífico arsenal de composiciones se compone de 626 obras clasificadas por Ludwig von Köchel, entre las cuales se encuentran 41 sinfonías, 27 conciertos para piano —los cuales se popularizaron por él— 22 óperas, cinco conciertos para violín, 61 divertimentos y 36 sonatas para piano y violín. Incluso, al sol de hoy, continúan apareciendo obras atribuidas al compositor, como el Allegro Molto, de 84 compases, que fue descubierta en el 2012 dentro de un desván Tirolés y que, se estima, fue compuesta en 1767.

Niños genio, ¿máquinas perfectas?

Retrato incompleto de Mozart al piano por Johann Joseph Lange. Tomado de: Wikimedia.

Ahora, no fue hasta finales del siglo XX, que los estudios de Wolfgang Plath sobre los manuscritos autografiados de Mozart pudieron comenzar a cuestionar la prodigiosidad del compositor salzburgués. Leopold, el padre de Mozart, fue un compositor, violinista y director bastante prolífico en sí mismo, y los estudios de Plath ponen sobre la mesa el hecho de que una gran cantidad del trabajo temprano del joven Mozart fue transcrito —quizá editado— por su padre. Citando a Nicholas Kenyon en su artículo The Careful Construction of a Child Prodigy: “Mucho se habla sobre la famosa admisión de Mozart a la Academia Filarmónica de Bologna cuando el tendría 14 años, pero los documentos que sobreviven nos muestran que la composición con la cual entró era una versión fuertemente corregida.”

 

Al conocer la historia de Mozart es importante tener en mente que, detrás de este gran prodigio de la música, se encontraba un hombre industrioso y lleno de visión para aquello que podría llegar a ser su hijo algún día. Aunque se ha hecho un gran esfuerzo en las últimas décadas por renovar la reputación de Leopold como padre, dado que biógrafas como Maynard Solomon [Mozart: A life] lo describen como un hombre dominante e incluso abusivo que “veía el amor por la diversión y la alegría de Wolfgang como algo que debía ser controlado”, no se puede evitar ver en las cartas y las anécdotas rastros del impulso por querer moldear en Mozart un prodigio, que no solo fuese “El milagro que Dios permitió nacer en Salzburgo” —como le habría acuñado su padre—, sino el signo de una estabilidad económica para su familia, como elaboraría más adelante Alex Ross en su ensayo, The Storm of Style.

 

Una situación similar se puede atar a las motivaciones de Joe Jackson al ver en el pequeño Michael una oportunidad. Si bien la imagen de Leopold no se podría llegar a definir con absoluta claridad, dada la distancia temporal, la globalización y los medios de comunicación son testigos de las múltiples acusaciones sobre la forma de crianza y el abuso que vivió Michael Jackson a lo largo de su infancia y adolescencia. De acuerdo con el artículo de Julia Mullaney Inside Michael Jackson’s tragic relationship with his father, “Joe quería éxito en la carrera de sus hijos, y esto le dio forma a sus agresivas maneras de educar. Joe no dejó a sus hijos socializar cuando eran pequeños, incluyendo a Michael, el cual se volvió miembro de la banda familiar a una edad tan temprana que nunca tuvo la oportunidad de hacer amigos —incluso en sus primeros años escolares. Según The Guardian, Joe requería que sus hijos ensayaran durante al menos cinco horas al día [ y ] solía pegarle a Michael con una rama de árbol cuando se equivocaba cantando o bailando. No había excepciones para el resto de sus hermanos” (trad. de A.)

 

Y a pesar del resto de las historias que inundaron los tabloides y las publicaciones periódicas durante décadas, incluso después de la muerte del cantante, su fama y el legado de su nombre son difíciles de ignorar —y de utilizar como una suerte de justificación­— al momento de ponderar sobre las implicaciones de la disciplina, el aprendizaje temprano y las ventajas que este tipo de crianzas puedan llegar a significar para él y su familia.

 

Es tentador el pensamiento de un pequeño prodigio dentro del núcleo familiar, de poder darle a los hijos la ventaja de un inicio concentrado, disciplinado y brillante que pueda llegar a explotar en el próximo prodigio del violín, sin embargo, es difícil no preguntarnos si este fenómeno no se relaciona, en parte, con un interés más profundo de superación personal del padre o la madre, y con la siempre creciente necesidad de actualización en un mundo cada vez más competitivo. Por otro lado, resta pensar en el libre desarrollo de los niños y la siempre creciente presión de conseguir talento precoz a cambio de la imposibilidad de distracción y esparcimiento puede llegar a tener repercusiones en el desarrollo tardío de la persona y sus emociones.

 

Lo único que queda claro de esta situación, es que el fenómeno de los niños prodigio no se ha decantado, sino que ha acrecentado con el pasar de los años. Matemáticos, pintores, ajedrecistas, físicos, y gamers. Niños que cocinan, que programan, que actúan y hablan una infinidad de idiomas. Hoy en día existe un pequeño prodigio para cada materia y es responsabilidad de los padres medir hasta qué punto los niños dejan de ser niños para convertirse en máquinas perfectas.

Links de interés:

https://www.cheatsheet.com/entertainment/inside-michael-jacksons-tragic-relationship-with-his-father.html/

https://www.irishtimes.com/news/mozart-s-battle-with-his-father-1.34010

https://www.newyorker.com/magazine/2006/07/24/the-storm-of-style

Leopold Mozart: strict father or brilliant pedagogue?

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