Los Beatles y Bad Bunny: lo popular y lo contracultural

Por: Nicolás Rueda

1969

Hace algunas semanas salió a la luz una nueva serie documental en la plataforma Disney+ acerca de las sesiones de grabación del último álbum de Los Beatles: Let It Be. La serie, titulada The Beatles: Get Back, nos muestra a John, Paul, George y Ringo componer, ensayar, perfeccionar y grabar varias de las canciones que forman parte de los dos últimos álbumes de la banda, así como unas pocas que pertenecen a sus primeros proyectos solistas. Adicionalmente, la docuserie nos deja entrever las relaciones interpersonales de los músicos durante sus últimos días como agrupación y la evolución de uno de sus proyectos finales. Es una carta de amor a la historia de la cultura pop de la década de los sesenta dirigida y producida por Peter Jackson utilizando material que fue grabado para la producción de la película de 1970 Let It Be.


Para ponernos en contexto, la serie hace un rápido recuento de la historia de los Beatles: desde sus inicios en The Cavern Club de Liverpool, pasando por la Beatlemania y la agresiva incursión de la banda en la cultura pop mundial, hasta su etapa experimental y consecuente renuncia a presentarse en conciertos. Las sesiones en cuestión y el álbum que resultó de ellas nacen de una experiencia positiva que tuvo la banda al presentarse nuevamente frente a un público en vivo para el video de Hey Jude luego de tres años de dedicarse a trabajar en estudio únicamente. Al inicio, el proyecto consistía en un componente en vivo que iría acompañado de un documental (que se convertiría en la película mencionada y de cuyo material también saldría la serie en cuestión) y del que, además, resultaría un álbum. Al verse presionados por el tiempo de ensayo que tenían (un mes apenas para componer y alistar alrededor de quince canciones nuevas) e insatisfechos con los espacios disponibles para hacer la presentación, los Beatles decidieron simplemente grabar un nuevo álbum en los estudios de Abbey Road. No obstante, el director del filme tuvo una idea genial: hacer el concierto planeado en el techo del edificio donde estaban los estudios de grabación. Así nació uno de los momentos más icónicos del mundo de la música popular del siglo XX: el último concierto de los Beatles.

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Concierto de The Beatles en la terraza del edificio de los estudios Apple, 1969, tomado de Ethan A. Russell/Apple Corps

Hay varias cosas por destacar de The Beatles: Get Back. Sin embargo, una de las más sobresalientes es la manera como se nos presenta el efecto que tuvo en el vecindario el concierto en el que culminaron las sesiones. Podemos observar claramente la irreverencia característica del movimiento contracultural del que hacía parte la banda inglesa. Varios de los transeúntes capturados por la cámara se ven emocionados por ver de nuevo a los Beatles, pero otros se ven molestos por el acto estético de los músicos. La serie nos muestra lo cerca que estuvieron John, Paul, George y Ringo de ir a la cárcel por “perturbar la paz”. Mientras suenan de fondo versiones en vivo de Get Back y de Don’t Let Me Down, policías entran a las instalaciones de Apple Records advirtiendo que apagaran la música o detendrían a los que estaban causando tanto escándalo. Uno de los peatones entrevistados, visiblemente enojado por el espectáculo, confiesa que le gustaban los primeros álbumes de la banda, pero que la calidad de sus canciones había empeorado mucho en los últimos años. Todo un acontecimiento.

 

La escena nos permite comprender un aspecto crucial de la música popular contemporánea: la agencia que tienen los artistas sobre el ámbito cultural a gran escala. Los Beatles empezaron su carrera como poco más que imitaciones de Elvis Prestley o de Buddy Holly. Escribían montones de canciones hablando de amoríos adolescentes sin tener mayor relevancia o incidencia en la vida de las personas y de las sociedades. Se dedicaban a verse bonitos, y a vender discos y tiquetes para sus conciertos. Pero, tras alcanzar el eslabón más alto de la fama a nivel mundial, la banda dio uno de los giros de ciento ochenta grados más impactantes de la historia de la industria cultural. Comenzaron por intervenir algunas de sus canciones con experimentos musicales leves en Rubber Soul, su sexto álbum de estudio. El álbum siguiente, Revolver, le apostó mucho más a la innovación en la composición y producción de las canciones. Poco tiempo después, a inicios del ‘67, decidieron no volver a presentarse en público y sacaron el sencillo Strawberry Fields Forever/Penny Lane, consolidando su nuevo estilo psicodélico de hacer música. En el lapso de un año, los Beatles pasaron de ser los “niños buenos” del Rock & Roll —en oposición a los Rolling Stones, por ejemplo, cuya imagen siempre fue más rebelde— a ser un referente incuestionable del movimiento contracultural de finales de los años sesenta.

 

Pues bien, ¿por qué centrarse con tal insistencia en esta banda en particular? Podría decirse que la obra de otros artistas es mejor y más representativa de la cultura de la época. ¿Por qué no hablar de Hendrix, de Dylan o de Joplin para dar cuenta del fenómeno contracultural de los sesenta? Bad Bunny nos puede dar una respuesta posible a esta pregunta.

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Bad Bunny interpretando su más reciente disco en Nueva York. Imagen tomada de https://uvalencia.es/b/bad-bunny-llena-de-musica-las-calles-de-new-york

El reggaetonero puertorriqueño ha tenido una trayectoria análoga, de cierta manera, a la de los Beatles. Subió al estrellato a finales de la década del 2010 a través de su colaboración con otros artistas del género como Karol G, Anuel AA y Ozuna. Este proceso llegó a su culmen con el éxito del 2018 titulado Te boté. Para ese momento, ya se había hecho un nombre como buen intérprete, pero su participación en la música y en la cultura en general seguía reduciéndose a cantar en las canciones que estaban “de moda”. Poco después, lanzó su primer álbum, X 100PRE. Fue un hit inmediato. Asimismo, el éxito de la carrera de Bad Bunny se vio acompañado por un incremento considerable en el público del reggaetón. Después del acontecimiento mundial que fue Despacito a inicios del 2017, el género urbano predilecto de América Latina cimentó su lugar dentro de la música pop a nivel mundial. Este proceso hizo que el éxito de Bad Bunny fuera meteórico. Después de ser un completo desconocido para la mayoría del mundo musical en el 2016, el puertorriqueño fue el artista más escuchado de Spotify en el 2020 y en el 2021.

 

Mas, el fenómeno Bad Bunny no se ha visto reducido a una carrera fructífera en la industria musical. Es posible observar su lugar dentro de un nuevo movimiento contracultural contemporáneo. Éxitos como This is America de Childish Gambino y el álbum Damn de Kendrick Lamar nos muestran una profunda consciencia social dentro de lo que se produce y consume en el mainstream. Figuras como Billie Eilish y Zendaya han hecho explícito su desdén por y su lucha en contra de la híper-sexualización del cuerpo femenino en el mundo del espectáculo. De igual manera, personajes de la talla de Sam Smith y Lil Nas X han luchado por la presencia queer en el ojo del público general. Y, así como los Beatles sesenta años atrás, Bad Bunny ha estado a la vanguardia de esta nueva contra-cultura popular. Sus continuas representaciones de sí mismo como un hombre vulnerable y triste en sus canciones, además de su performance drag en varios videos y fotografías, no son menos que un acto revolucionario en el mundo del hip-hop en general y del reggaetón en particular. Esta apertura del género hacia otras experiencias de lo masculino se ven, igualmente, expresadas a través de las composiciones de sus canciones. Si veo a tu mamá parece tener una canción de cuna de fondo con un beat característico del trap. Algo similar sucede en Yonaguni: la canción evoca una sensación melancólica y nostálgica bastante inusual para la manera como ha sido comprendido e interpretado el reggaetón. El activismo político del puertorriqueño recuerda a su vez una época pasada de los íconos pop. Aunque no ha llegado a los extremos de John Lennon o de Bob Dylan, su rol en las protestas del 2019 en contra del gobernador de Puerto Rico fueron claves. 

 

Aunque quizás sea impreciso tildar tanto a los Beatles como a Bad Bunny como los mejores músicos o las figuras políticas más efectivas de sus respectivas épocas, su rol en la difusión de nociones que previamente eran marginales dentro de la música popular es innegable. De igual manera, su expansión de lo que puede y debe expresar la industria musical es, también, considerable. En definitiva, ambos casos nos muestran que el rol de los músicos en el contexto social y cultural en general es capaz de trascender el éxito comercial.

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