La voz de todas: El papel de la música en el movimiento sufragista

Por: Alejandra Yepes Girón

La etimología de la palabra democracia apunta a dos nociones básicas: el pueblo y el poder. En un sistema político que se llame democrático, el pueblo debe estar representado en el gobierno y participar de sus decisiones, expresando sus necesidades o deseos. Durante los siglos XIX y XX, la conformación de democracias modernas exigió la aparición de un mecanismo que facultara a los ciudadanos para alcanzar esta participación: el voto. No obstante, la consecución de esta posibilidad participativa no ha estado aislada de otras manifestaciones explícitas de la voluntad del pueblo, como palabras, gritos, declaraciones y manifiestos, y por supuesto, música.

El voto puede entenderse figurativamente como la voz de un colectivo. Sin embargo, el derecho para ejercerlo, o para alzar la voz, no le fue concedido en todos los casos a toda la población de manera igualitaria desde un inicio. En algunos países se tardarían décadas en incluir como sujetos de este derecho a una porción significativa de la población: las mujeres.

Para combatir esta exclusión, en países como los Estados Unidos y Gran Bretaña surgieron movimientos sociales conformados y liderados por mujeres que reclamaban el sufragio universal, sin distinciones de género, así como el derecho de postularse para cargos públicos. Estos movimientos, llamados sufragistas, se valieron de diversos medios para comunicar sus exigencias, incluyendo el activismo basado en la manifestación colectiva, la protesta y las alocuciones públicas. En este marco podemos encontrar la expresión vocal de los deseos de un pueblo, ya no figurativa sino literalmente, en las canciones e himnos entonados en las calles por las sufragistas para acompañar o impulsar marchas, desfiles, congregaciones o huelgas.

(La Banda Militar de Damas de Missouri en un desfile sufragista (1913). Imagen: Sociedad Histórica del Condado de Nodaway)

Una colección digital de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos muestra la variedad de estas expresiones musicales que acompañaron la campaña por el derecho al voto femenino (Music in the Women’s Suffrage Movement, s.f.). En algunos casos se trataba de canciones populares tradicionales cuyas letras eran reemplazadas por textos alusivos a la causa, mencionando explícitamente las palabras “voto” y “sufragio”, y llamando a la unión y a la marcha.

Existe un cancionero recopilado y publicado por Eugénie M. Rayé-Smith en 1912 titulado Equal Suffrage Song Sheaf, donde aparece la letra completa de cada canción y la referencia de la melodía con la cual debe cantarse, sin menciones a autoras puntuales del texto. A través del uso de melodías fácilmente reconocibles tanto para quienes cantaban como para sus oyentes, se estableció esta música como un recurso para que el mensaje del colectivo penetrase en el dominio público y de esta manera se amplificara su voz. 

(Portada del cancionero Equal Suffrage Song Sheaf (1912). Imagen: Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos)

Por otro lado, los movimientos sufragistas pudieron contar con la participación de mujeres con formaciones artísticas y literarias que a través de sus esfuerzos creativos contribuyeron también a la expresión musical de los ideales del movimiento. Tal fue el caso de la actriz Cicely Hamilton en Inglaterra, y de la periodista Abigail Scott Duniway en los Estados Unidos, quienes escribieron los textos para la Marcha de las mujeres y el Himno del sufragio, respectivamente. 

La primera de estas composiciones es de la autoría de Ethel Smyth, compositora y escritora inglesa que mantuvo una relación estrecha con la reconocida líder sufragista Emmeline Pankhurst. Esta marcha fue adoptada como himno por la organización militante sufragista a la que Smyth pertenecía, y posteriormente por el movimiento sufragista en general. El Himno del sufragio, por su parte, ejemplifica una suerte de punto medio entre el anonimato que se disuelve en el dominio público y la creación individual reconocida y respaldada por los saberes académicos. Su compositora firmó únicamente como Sra. de Alfred E. Clark, y su nombre es aún desconocido.

Tanto el Himno como la Marcha exhiben un sentimiento exaltado que concuerda con el de las canciones tradicionales con los textos adaptados, pero no mencionan explícitamente los detalles del movimiento sufragista, sino que sus letras se ocupan más de conceptos abstractos como la libertad, la valentía y la unión. De esta manera se ponen al servicio de un espíritu de cooperación colectiva para vencer la desigualdad, prefigurando aspectos más englobadores del posterior movimiento feminista.

No solo fue vocal la música que animó el movimiento sufragista, como lo ejemplifica la marcha instrumental Fall in line, de la compositora Zena S. Hawn, para banda marchante. Tampoco fue exclusivo el uso de música por parte de las mujeres activistas del movimiento sufragista, sino también como manifestación de apoyo por parte de agentes masculinos, como lo muestra la canción Daughters of Freedom! The Ballot be Yours, con texto de George Cooper y música de Edwin Christie. 

Las músicas que acompañaron e impulsaron al movimiento por el derecho al voto femenino fueron, pues, variopintas. Entre las canciones cortas y los refranes hasta la música para gran formato instrumental; y entre las trincheras de la música tradicional y la protesta callejera hasta las firmas de renombradas autoras, una cosa es evidente. Los ecos de las voces de las mujeres sufragistas llegan aún hasta nuestros oídos hoy en día. A través de la música sonaron como una sola para promover la unión. Sus cantos no solo se conservan recopilados, grabados y documentados; también, con su apoyo, el movimiento sufragista posibilitó el voto femenino para que aun hoy millones de ciudadanas continúen haciéndose oír a través de él.

(Titular del periódico El Tiempo del jueves, 26 de agosto de 1954. Imagen: HJCK)

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